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Sequía productiva en tierras fértiles

Cuando el pasado mes de abril en el país se anunció la aprobación de 63 medidas dirigidas a estimular la producción de alimentos (de las cuales 30 fueron consideradas de prioridad)

Sequía productiva en tierras fértiles
24 Sep 2021

En toda la Isla se vio con buenos ojos ese incentivo para hacer parir la tierra con mayor urgencia y cortar de raíz la esterilidad imperante en no pocas áreas fértiles.

Sin embargo, más de cuatro meses después, en el polo productivo Cauto–La Yaya, perteneciente a la Empresa Agropecuaria del municipio de Jiguaní, en la provincia de Granma, tales disposiciones no han alcanzado el ritmo que demanda la economía nacional, ni se han traducido en el necesario despegue productivo que permita abastecer mejor las tarimas y mercados agropecuarios.

En esa amplia extensión de tierra enclavada en áreas de las comunidades rurales de La Jatía, La Yaya y Dos Ríos, y compartida entre tres unidades empresariales de base, una cooperativa de créditos y servicios, y una unidad básica de producción cooperativa, las cosechas debieran generar más productos y menos dolores de cabeza.

Al menos es lo que se espera de un enclave productivo bendecido no solo por la fertilidad de un suelo tendido, por muchos kilómetros, a lo largo del imponente río Cauto y cerca del Contramaestre, sino, también, por la disponibilidad tecnológica existente allí (nueve máquinas eléctricas de riego, de pivote central, que dan envidiable cobertura a 276 hectáreas), 12 tractores y la diversidad de cultivos varios, frutales y cítricos, que suman cerca de 700 hectáreas en explotación.

No obstante, la realidad a pie de surco dista mucho de lo que en teoría podría aportar La Yaya al balance agrícola de la provincia y de otros territorios del país, con la entrega sistemática de viandas –fundamentalmente de plátano burro, su producto permanente– y de otros renglones de ciclo corto.

Así lo confirmaron a Granma varios de los trabajadores estatales y usufructuarios vinculados al polo, quienes sienten y sufren por este terruño, donde la inestabilidad histórica con la disponibilidad del agua y el uso de las máquinas de riego, así como las deficiencias organizativas y estructurales, siguen siendo limitantes que impiden aprovechar al máximo su potencial.

SEQUÍA PRODUCTIVA, ¿TENIENDO AGUA?

Si bien es cierto que, pese a las dificultades financieras y a los problemas con el acceso a los insumos para el manejo agrícola, la Empresa Agropecuaria de Jiguaní ha experimentado en 2021 un discreto salto en su objeto social, tras garantizar en el polo de Cauto–La Yaya la siembra de boniato, yuca, plátano y frutales, destacando entre ellas la frutabomba –unido a la recuperación de viales y áreas para impulsar el programa citrícola–, las cifras y las utilidades obtenidas en lo que va de año también indican que queda un largo camino por recorrer para acercarse a la eficiencia.

Al decir de José Luis Machado Pérez, quien asumió las riendas de La Yaya hace alrededor de un año –con la herencia de añejas insuficiencias– la principal traba que durante numerosos calendarios ha frenado el desarrollo del polo productivo ha sido y es la poca estabilidad y calidad del riego agrícola, a pesar de contar con el agua que demandan los sembradíos.

Una de las aristas de dicha situación fue abordada por este diario el 8 de julio de 2011, con el reportaje ¿Máquinas para regar la improductividad?, en el cual se exponía entonces, en detalles, la deficiente explotación de las máquinas eléctricas de riego, de pivote central, luego de una década de haber sido instaladas en el polo.

Hoy, cuando han transcurrido otros diez años de aquella polémica y esclarecedora publicación, el manejo del riego mecanizado, aunque no constituye la causa esencial de los bajos rendimientos en el polo, tampoco ha dejado de ser parte del problema.

«Que las máquinas eléctricas de pivote central (de las cuales solo están inactivas la ocho, por una rotura temporal, y la cinco, que requiere de una reparación capital que ya dispone del equipamiento), no rindan todo lo que debieran, depende en estos momentos de las constantes averías ocurridas en la estación de bombeo de La Jatía», explicó el director del polo, Machado Pérez.  

Esta estación, agregó, es la de mayor capacidad instalada en el polo (hay otro sitio de bombeo en La Yaya), de cuya estabilidad dependen varias máquinas de pivote central, el riego por gravedad de casi 300 hectáreas de plátano burro, y los cultivos de unos 20 usufructuarios.

«Son más de 40 años de explotación y el deterioro de la tubería maestra es notable; además de que la distancia que separa a la estación de bombeo de las áreas bajo riego es de 13 kilómetros de canal, por cuyos salideros se pierde más del 20 % del agua.

«A ello se suma que el fluido eléctrico ha permanecido muy inestable este año, con apenas siete u ocho horas de ejecución de las 19 previstas para el bombeo, lo que impide, la mayor parte del tiempo, que los canales lleguen al tope de su capacidad y entreguen, con suficiencia, el agua que necesitan las máquinas de riego», señaló Machado Pérez.

Detrás de esas deficiencias, que acumulan ya un abultado historial de planteamientos «a varios niveles», según refirieron trabajadores y directivos del polo, se afecta con especial énfasis el cultivo del plátano burro, carente desde hace varios meses del vital líquido.

«Para poder regar las plantaciones de plátano, primero tiene que abastecerse el riego mecanizado, por eso duele ver cómo el país y la dirección de la provincia nos han apoyado para recuperar áreas infectadas de marabú y lograr tenerlas sembradas y, sin embargo, al final no rinden lo suficiente», comentó el encargado de una de las fincas plataneras de La Yaya, Yobernis Fuentes Ramos, mientras mostraba a Granma, preocupado, parte de las 40 hectáreas del plátano en fomento, «las cuales deberían aportar más de 400 quintales mensuales y el real no supera los cien», añadió.

Ante este complejo escenario, Diosvany Armas del Toro, director de la Empresa Agropecuaria de Jiguaní, asegura que la entidad no se ha quedado de brazos cruzados, aun cuando las soluciones encontradas no proporcionen la permanencia del agua en el polo.

«Este año ya hemos reparado la pizarra, el motor y varias de las tuberías de la estación, al tiempo que hemos buscado variantes, como ampliar la laguna con rebombeo, pero no es lo que resuelve el problema», reconoció el directivo.

No obstante, Armas del Toro sabe que en las alianzas y en los encadenamientos productivos con otras entidades se pueden encontrar nuevas alternativas que permitan revertir el panorama en La Yaya, como parte de las facilidades que se le han otorgado a la empresa estatal socialista.

Dijo que, a pesar de la situación ocasionada por la pandemia de la COVID-19, ya han dado los primeros pasos para contratar servicios y equipamientos con entidades de los municipios de Bayamo, en Granma, y de Moa, en Holguín; pero la realidad de los campos en La Yaya exige mayor prisa en cualquiera de las gestiones, a fin de elevar los rendimientos.

MÁS BRAZOS PARA SEMBRAR Y COSECHAR

Aparejado al déficit real del agua, en Cauto-La Yaya persisten otras limitaciones que atentan contra su mejor despegue productivo.

Por ejemplo, no es secreto que uno de los principales problemas que enfrenta el sector agrícola es el de la fuerza laboral, tal y como se evidencia en las extensas parcelas del polo.

Para garantizar la siembra y las cosechas, los directivos subrayan que se han apoyado en las movilizaciones convocadas por el Partido y el Gobierno, y algunas entidades estatales, teniendo en cuenta que la fuerza de trabajo con la que cuentan no suple las necesidades.

Y aunque, como alternativa, existe un contrato con el Ministerio del Interior para emplear a reclusos, debido a que el polo se encuentra en una zona intrincada y el levantamiento de las comunidades aledañas arrojó que es muy bajo el potencial disponible en edad laboral, lo cierto es que, para quienes allí cultivan la tierra, las condiciones de vida y de trabajo tienen muchísimo que mejorar.

A juicio de los usufructuarios Luis Enrique Duanis, Jorge Luis Biquillón, Juan Manuel Capote y César Guerrero, es preciso resolver, de una vez, el impago a los productores (lo que «estimula» la venta ilegal de algunas cosechas); multiplicar el rigor sobre el control de los animales que dañan las plantaciones; calificar mejor a las fuerzas que operan las máquinas de riego, y estimular a los obreros del sector estatal para que salgan del letargo acomodaticio de «ir algunas horas al campo», solo para marcar la tarjeta que justifique el salario.

«Independientemente de todos los rollos que tenemos, estamos seguros de que, con los recursos que hay en el polo, podríamos producir mucho más si mejora la disciplina laboral y tecnológica, y la organización», consideraron todos.

Que despierte el gran polo de Cauto-La Yaya (todavía más potencial que productivo, a juzgar por la mucha extensión y los frutos todavía insuficientes), respondería a la urgente demanda alimentaria del país, crearía las bases para diversificar su desarrollo y –aunque parezca una cuestión moral– se sacudiría el prolongado sambenito de ser tierra fértil entre ríos, condenada a sequía productiva.


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