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¿Quién dice que no da la crianza de cerdo criollo?
En espontánea simbiosis con la naturaleza, Miguel Ángel Saínz Serrano –Miguelín– ha dedicado su vida a la actividad pecuaria, principalmente a la cría de cerdos
En espontánea simbiosis con la naturaleza, Miguel Ángel Saínz Serrano –Miguelín– ha dedicado su vida a la actividad pecuaria, principalmente a la cría de cerdos.
En su finca La Ceiba, en el consejo popular de Floro Pérez, comparte vivencias mientras muestra animales, corraletas, naves, depósitos de comida y medios de trabajo. En su casa está la estrella de oro de Héroe del Trabajo de la República de Cuba, otorgada hace cuatro años, guardada con celo junto a los recuerdos del diputado a la Asamblea Nacional del Poder Popular.
«Hace 40 años comencé con el cerdo criollo, que siempre me ha gustado criar, aunque he tenido buenos resultados con el de raza». En pleno periodo especial, Saínz Serrano fue el primer productor privado en establecer un convenio de preceba con la Empresa Porcina Nacional. «Fue una prueba interesante. Compré los 20 cerditos y no me dieron comida alguna. Yo tenía maíz y otros alimentos, y los vendí con 85 kilogramos, que era lo establecido.
«Seguí criando ese tipo de cerdos. Construí tres naves para mil animales, que se me dieron buenos, y solo recibí el 70 % de la comida conveniada. Era en dos crianzas al año. Luego llegué a 2 000 cerdos; cuando tenía cinco naves».
–Sin embargo, no ha renunciado al cerdo criollo, o de capa oscura…
–Siempre los he tenido, así como híbridos logrados con el retrocruce de las razas Hampshire, Duroc, Yorkshire y Landrace. Ya no traigo animales, es decir, no los compro al Estado. Tengo los sementales y las madres. Los animales que nacen aquí son muy fuertes, están en contacto directo con la tierra; se meten en el fango y eso les da muchas probabilidades de vida, porque crean anticuerpos y no les caen enfermedades como el cólera. No quiere decir que deje de vacunarlos o incumpla las medidas sanitarias. La verdad es que a los puros raciales hasta el sol les hace daño.
«Este año mantuve un convenio de reproductoras, que cumplí cuando entregué las 30 toneladas comprometidas».
–Si ya no se entregan los volúmenes de comida animal que antes se daba a los productores privados, ¿qué hace para garantizar la alimentación del ganado?
–Ahora tengo 600 animales, que es lo que puedo mantener, porque la sábana se estira hasta donde alcanza. Les doy hasta un 40 % de caña molida en un equipo hecho aquí, que la saca como si fuera azúcar, para que el cerdo, que no es rumiante, la asimile mejor.
«La yuca la hago en forma de yogurt, que se logra al molerla, echarla en un tanque que almacena mil quintales y agregarle agua y mantenerla tapada. También cocinamos yuca con sal en una paila grande. La suministro junto con la caña y los demás alimentos.
«Los animales están comiendo palo (cangre) de yuca, que tiene un 7,5 % de proteína; también les doy las hojas (4,7 %), y ahora estoy en una prueba: hago tres cortes a un campo de yuca, dejando el tallo a una cuarta del suelo, que se reproduce y suma unas 20 toneladas de materia verde por hectárea. Así voy aprovechando las ramas mientras el tubérculo crece, hasta que lo saco para procesarlo, y ahí mismo garantizo la semilla de las siembras sucesivas. No uso la variedad enana rosada, que es la dañina.
«Además, siembro plátano burro, para echarles las cepas a las reproductoras, que son las que asimilan más ese producto en la etapa de gestación. A las puercas paridas les doy rejo de boniato.
«Para producir alimentos tengo diez hectáreas en rotación constante, de manera que no estén desocupadas. De esas labores se ocupan el hijo y el yerno. Cuando es necesario, contrato a dos o tres trabajadores, como pasa ahora, que estamos aporcando».
–¿Le haría falta más tierra para producir alimento animal?
–En cuanto a tierra estoy un poquito apretado. ¿Cuál es el problema del cerdo? El problema se llama proteína. Y esa se logra criando pescado o sembrando soya. Hay que hacer una de esas variantes. Ya dedico dos hectáreas a la soya. La cosecho y les doy un precalentamiento a los granos, para matar las toxinas. Luego los muelo para mezclarlos con los otros alimentos.
–¿Qué ventajas tiene en los contratos directos con el Turismo y otras entidades?
–Es más fácil para contactar, cobrar y pagar. A partir de las nuevas medidas y facilidades creadas para los productores, no me valgo de la cooperativa a la que pertenezco. No es que vaya a dejarla, pero los trámites directos me favorecen. Ahora es “de la mata a la lata”, como se dice.
«Las nuevas disposiciones para la agricultura son muy buenas, porque entre las cosas que “nos matan” están las trabas. Todavía se dan muchas vueltas para entregar áreas para la ganadería vacuna y porcina. Te dicen que todas ya tienen destino, pero opino que toda la tierra es patrimonio del Estado, que no puede permitir que exista una parcela improductiva mientras alguien pueda explotarla correctamente. Hace falta más agilidad en la entrega de tierras».
–¿Ha solicitado algún crédito?
–Hasta la fecha no he solicitado crédito porque hemos ido trabajando con los fondos creados. Siempre hemos sabido hasta dónde llegar con nuestro dinero. Voy llevando un diario de los convenios para saber si los costos bajan o suben. En todos los años que me dieron el 70 % de la comida para los cerdos, jamás cogí adelantos. Recibía lo que me pertenecía, para no llevar la carreta delante de los bueyes. Solicitaré un crédito cuando sea necesario, y creo que me lo otorgarán sin ningún problema.
–¿Cree que aumentar la cría de cerdos criollos puede ayudar a que haya más carne?
–No se puede pensar en grandes cochiqueras, como las que mantuvo el Estado en etapas anteriores, para la cría de cerdos raciales. A los cerdos criollos hay que darles potrero, soltarlos y, a la vez, garantizarles la comida por las vías que expliqué. En mi opinión, hay que incorporar más productores privados y estatales.
