Por Roberto
Salomón *
La Habana (Prensa Latina) Incrementar anualmente la producción de café para
llegar a 30 mil toneladas en 2030, constituye uno de los principales retos en
la rama, comprometida con la recuperación de este tradicional rubro de
exportación de Cuba.
Con vistas al logro
de ese objetivo, desde hace años se llevan a cabo importantes actividades e
inversiones para recuperar la caficultura, afectada por adversidades climáticas
como intensas sequías y huracanes.
La producción cafetalera en Cuba experimenta una visible recuperación a partir
de medidas adoptadas en los últimos años, entre ellas el uso de clones que
coadyuvan a un mayor rendimiento.
Al decir del director de Café, Cacao y Coco del Grupo Agroforestal del
Ministerio de la Agricultura (GAF), Elexis Legrá, la utilización de esquejes y
viveros tecnificados en la obtención de posturas está dando resultados muy
positivos.
El directivo aseguró a Prensa Latina que el empleo de la biotecnología y otras
técnicas modernas así como mejores variedades y semillas y nuevas formas de
estimulación, contribuyeron igualmente a que la producción en 2019 aumentara en
mil 400 toneladas en relación con el año precedente.
Sin embargo, el país además de exportador es un importador de ese grano, de ahí
que se haya propuesto un ambicioso plan de desarrollo hasta 2030 que le permita
satisfacer las necesidades del consumo nacional.
Las producciones fundamentales del Grupo tienen a la exportación entre sus
principales destinos, como el café, el cacao, el coco, la apicultura- mayor
fuente de ingresos del GAF en la actualidad-, carbón vegetal, resina de pino y
en perspectiva los derivados del henequén.
ALGUNOS ANTECEDENTES
La historia del café en Cuba, desde su introducción en 1748 y hasta 1958 estuvo
caracterizada por grandes fluctuaciones que fueron desde ser el principal
exportador a Europa, con 29 mil 500 toneladas en 1833, hasta convertirnos en
importadores, con más de 20 mil toneladas en 1920.
En 1955 el país tomó definitivamente la condición de exportador, que había
recuperado y perdido varias veces entre 1927 y 1954. Al concluir 1958 la
producción estaba diseminada en 29 mil familias, en 168 mil 600 hectáreas, para
un promedio de 5,8 ha por cada uno de esos núcleos.
En la cosecha de 1961-62 se alcanzó una producción de 60 mil 300 toneladas
-récord histórico-, pero luego comenzó a declinar el cultivo en la siguiente
cosecha hasta descender en 1978 a unas 16 mil 100 toneladas.
Las transformaciones económico-sociales que tuvieron lugar a partir de 1959
provocaron una disminución de la población de las zonas montañosas, que emigró
al llano donde se abrieron nuevas fuentes de trabajo y posibilidades de estudio
para las generaciones más jóvenes.
Tal situación incidió en el debilitamiento de la atención a las plantaciones,
el envejecimiento de las áreas sin que se llevase a cabo una adecuada
reposición, así como deficiencias en la cosecha por insuficiencia de fuerza de
trabajo.
En la década del 70 comenzó un proceso de recuperación del cultivo, que incluyó
el fomento de plantaciones, el perfeccionamiento de la infraestructura
existente y la incorporación de un contingente de alta productividad y de unos
150 ingenieros agrónomos, entre otros.
Lo anterior estuvo asociado al futuro inicio de un programa encaminado a lograr
la permanencia de la fuerza de trabajo en las montañas, el cual comprendería el
impulso a la producción forestal y de hortalizas, viandas y la ganadería para
el autoabastecimiento en la zona.
Sin embargo, el advenimiento de las condiciones del llamado periodo especial
(crisis económica originada con la pérdida por el país de sus principales
socios comerciales tras la desaparición del socialismo en Europa del Este y de
la URSS), constituyó un golpe a esos planes.
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